"En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al
aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo
todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe".
Escritor
y filósofo Eric Hoffer
Sus
preocupaciones -como las de otros intelectuales americanos de posguerra- se
dirigían al estudio de los movimientos de masas que habían propiciado los
totalitarismos de los años treinta.
Psicología de masas: El miedo
a la libertad; La personalidad autoritaria)-, en la
fase más activa (o expansiva) de un movimiento de masas está protagonizada por
el "verdadero creyente", un individuo cuyo fanatismo, odio e
intolerancia, se nutre de una profunda frustración interna, de un acendrado
desprecio hacía sí mismo, de la desafección radical ante la existencia que
llevaba antes de consagrarse -a veces inmolando su vida y la de otros- a la
victoria de su movimiento.
Por eso precisa rechazar absolutamente su pasado y
su presente y volcarse en un radiante porvenir, sobre el que proyecta su
autosacrificio y la intolerancia hacia quienes considera sus enemigos.
Para
Hoffer -y éste es el corolario más controvertido de sus teorías- los
movimientos de masas, aunque no sean exactamente iguales, son intercambiables
precisamente porque el fanático (su motor en la fase agresiva) podría serlo de cualquiera:
nacionalista, fascista, comunista, religioso.
Su entusiasmo y su compromiso
vital con el movimiento son tanto mayores cuanto más insoportable era su
frustración anterior: ella fue la que condujo al "verdadero creyente"
a abrazar la causa que dará sentido a su existencia.
El fanatismo nunca desaparece, pero a veces se disfraza de
progreso y modernidad, de conocimiento verdadero y voluntad de creer, hasta que
el verdadero creyente vuelve a enseñar sus afilados dientes y una vez más nos vuelve a sorprender.
Por eso necesitamos reconocerlo, antes y ahora, y Hoffer es
una ayuda inestimable para espabilar nuestra conciencia y refrescar nuestra
memoria sobre la multiplicidad de formas que adopta el fanatismo, incluidas las
del momento actual.
Hijo de humildes
emigrantes alsacianos establecidos en Nueva York, quedó huérfano de madre
tempranamente, poco después perdió la visión a los siete años y no la recuperó hasta los 15.
Ejerció
diferentes oficios (jornalero, minero, dependiente) en distintos lugares,
intentó suicidarse a los 31 años, y suplió la falta de una educación
convencional consagrando a la lectura todo su tiempo libre en cuantas
bibliotecas públicas tuvo a su alcance.
En 1942 se asentó como estibador del
puerto de San Francisco, un puesto en el que permaneció hasta su jubilación.
En
1967 fue recibido en la Casa Blanca por el Presidente Johnson, que le nombró
vocal de la Comisión Nacional sobre las Causas y Prevención de la Violencia.
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